martes, 29 de noviembre de 2016

las danzas que no dancé

las cartas que no te di
son las danzas que no dancé.
Son las miradas que no di,
las palabras que no dije,
aunque tenga ojos,
aunque tenga boca y lengua,
no me sirven.

Acá quedarán entonces,
quedarán inmóviles,
                                 inertes,
los sentimientos que murieron,
la historia que jamás existió,
las caricias que no te di.

Acá estará entonces,
el vacío inmenso que cala mi estómago
cuando pienso en si serás vos,
                                                             en si seré yo...
el que no quiere verme.

El vacío se hace fuerte.
La duda cubre todos los rincones.
Las cartas siguen acá,
siendo nada, al no poder ser.

Un año, dos años,
hace más de cuatro años que quiero hablarte.
Un día... no recuerdo cómo,
tan sólo te acercaste.
Un año, este año decidí hablarte fuera de esos pasillos
y me animé, te dije ¿cuándo nos encontramos en otro espacio?
sonó el silencio de tu lado y un titubeo que dijo: sí, puede ser.

Te toqué, estaba muy nerviosa,
                        me estremezco,
y te toqué.
Te abracé,
me abrazaste vos primero.
Y mi piel acariciaba tu piel,
y vos me recorrías.
El abrazo se hizo eterno,
como si en un beso...
Como si en un beso te entregara todo mi amor.
Como si en un beso te acercara todas las frases,
todas las cartas,
todas las danzas que no dancé.
Como si al mirarte pudiera abrazarte.

Por qué mi amor no puede conocerte?
Estarás pensándome,
estaré pensándote,
atrapada en círculos que a ningún lado me llevan.
Sé que estarás pensándome,
sin atreverte a escribirme.
Como aquel día que nos vimos y no nos dijimos,
o aquel otro día en el que nos dijimos tantas cosas y no las que quisimos,
pero tal vez fue en realidad eso lo que quisimos.

Tal vez quisimos no decirnos,
queremos no hablarnos,
queremos no besarnos,
no amarnos, abrazarnos,
queremos guardarnos todo lo que debería ser pero no es.
No es, porque no dejamos serlo.
Lo matamos antes de que nazca.
Y no existe, nada existe.
No existe entonces nada de esto que dije.
Porque no lo dije.
Porque no te lo dije.
Y no te dije cuánto te amaba,
porque te da miedo que te diga que te amo.
Entonces matamos al amor.
No sabía que podía matarlo...
ahora lo siento,
siento el vacío que sigue calando mi pecho,
y me muestra que así se siente matar al amor.

Y yo creía que era valiente.
Pero que no quieras sentir mi amor
me hace no saber qué hacer,
entonces se repite la historia que nunca fue.

Las palabras que te escribí,
aquellas que jamás te di.
Aquello que seguirá en mí,
durmiendo y muerto por no poder vivir.

lunes, 18 de julio de 2016

El nombre del amor

El amor tenía un nombre. O tenía dos... ¿o siete nombres?
En realidad, el amor no tenía ningún nombre desde hace algún largo tiempo... había deseado quedarse sin uno porque le parecía que era la mejor forma de vivir en todes. Entonces, el amor podría tomar distintas cuerpas para que sean propias y así podría tener todas las cuerpas que quisieran portarlo y trasladarlo en este lugar al que llamamos mundo, para poder amar a otras cuerpas.
Una vez, me contó que a menudo siente miedo. Le dije que no se preocupara, eso también me pasaba todo el tiempo que lo veía de cerca y aún así, me animaba a quedarme ahí escuchándole... tocándole.

Otra de esas veces en que vi al amor, intenté pedirle al miedo que quedara un poco más retraído y me hizo caso. Creí que ya era tarde igual, puesto que el movimiento de traslación estaba tomando otro rumbo. En verdad, el rumbo podía desarticularse y yo no lo sabía.


Ser de tierra implica que cambiar de rumbo genera movimientos fuertes, les llaman terremotos. Ser de tierra y de agua, y que se mueva tu piso, genera que además de terremotos vivís maremotos. En el medio de todo eso, estabas vos y el fuego. Vos, el fuego y la brujería, o la magia sería... la magia de ser amantes brujas.


Tu pelo huele a aire de mar, a oliva y a miel. Debajo de tu pelo hay un tono dorado que sale de tu plexo. Al lado de tu plexo está el mío tocándolo desde la distancia para amar-se. En frente a mi plexo estuvo el mar con esa misma sensación de unión, de comunión, de ida y de vuelta, de vuelta y de ida, de dar-recibir-dar.


De todos los movimientos, el que prefiero es el de tu dedo meñique. De todas las danzas, el candombe. De todos los pasos que dimos juntes, los del tango. De todos los cuentos, los zapatistas. Contigo. Conmigo.


Te sigo sin dejarme. 


El amor ya se acordó que ahora tiene otras dos cuerpas en dónde crecer. No pude explicarle que no quería enamorarme. ¡Qué arrogancia la mía de pensar que podía escoger cuándo hacerlo! Qué mágico es detenerme a escuchar las palabras que se esconden atrás de las que decís... dejarme transformar por la vida, las decisiones, las miradas propias y las miradas de les otres. Por tu mirada. Dejarte entrar en un costado de mi corazón. Ahora el amor está tranquilo, dice que ahí está calentito y se siente feliz. También me siento feliz. También quiero compartir este sentimiento contigo.

Y después, cuando el amor quiera transformarse -porque el amor transforma y se transforma- quedará aquel lugarcito en mi corazón, que es tuyo, y dará paso a otro lugarcito para que el corazón se vuelva cada vez mayor. O tal vez quiera quedarse, un tiempo, un largo tiempo, para que juntes caminemos. 

Lo que también es cierto es que el amor tiene alas, pues el amor tiene cuerpa de serpiente alada. Entonces, así entre todos los rincones de este lugar al que llamamos mundo, entre todas las cuerpas que se mueven y bailan, hay un amor que se hizo un lugar adentro de mi cuerpa; ese amor dice, y quiere decirte, que como le gusta jugar va a extender sus alas enormes para amarte sin medida. Y yo te cielo TXAI.